El éxito de ser mediocre

En el mundo actual, obsesionado con el éxito, la palabra mediocridad provoca rechazo: la carrera por ser los mejores profesionales, los más atractivos o los más felices está más que servida. Parece como si fuésemos capaces de hacer todo y alcanzar la perfección con sólo quererlo: más es más. Y no queda sitio para otra cosa que no sea la excelencia: no existe lugar para los perdedores y los fracasados.   

Y yo pregunto…  si tratamos de ser los mejores en todo, ¿no estaremos marcando una ruta con subrayador amarillo hacia la decepción y el fracaso? Dice un viejo refrán que quien mucho abarca, poco aprieta. Y siendo realistas, es así. Las fuerzas que cada uno de nosotros posee son finitas: el esfuerzo que invertimos en una cosa lo estamos restando a otra. Es imposible ser el mejor en todo. ¿Qué cosas dejamos atrás para ser mejor en todo?

Y, además, en esta carrera salvaje por la excelencia nos “ayudamos” con autoexigencias feroces y autocríticas constantes, desde la creencia errónea de que así seremos mejores y rendiremos más. Pero nos olvidamos de que quien recibe esas críticas o esas “palmaditas de aliento” en nuestro fuero interno somos nosotros. Entendamos de una vez que eso no nos beneficia, que estamos sembrando las semillas de la exigencia, del perfeccionismo y de la autocrítica y que los únicos frutos que pueden germinar de ellas son la procrastrinación, la apatía, la anhedonia, depresión, ansiedad y el autoabandono. Estas autoexigencias sin medida provocan la rendición de esa otra parte nuestra que no es el juez que critica, sino el reo que recibe la crítica. Y el reo decide que ya no quiere seguir comprometiéndose con nada porque nada de lo que haga será nunca suficiente para el implacable señor juez. Y decide que ya es suficiente. Se rinde y se abandona a sí mismo.

En esta carrera hacia el éxito y la excelencia olvidamos a nuestras parejas, abandonamos la vida social, hacemos horas extra sin descanso… cuando buscas el éxito, aburrirse parece ser pecado, errar y ser mediocre casi se cuenta como un acto rebelde e insurrecto. Sin embargo, ser mediocre quizá pueda significar hacer las cosas para disfrutar y para probar, sin ninguna intención de lograr algo, ni de ser el mejor.

Para terminar, parece que el fracaso fuese algo de lo que sentir vergüenza, y, sin embargo, no podremos avanzar hasta que veamos los fracasos como lo que son: experiencias que han llevado al éxito. Aprendemos del fracaso y no del éxito: detrás de cada éxito hay cien fracasos y cien errores.  

Reflexionemos que quizá todo esto de tener éxito sea simplemente la valentía de abrazar nuestros errores y aceptar nuestras limitaciones e imperfecciones: tal vez el camino real hacia el éxito es la mediocridad.

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