A menudo las personas adoptamos el esquema conductual de la negación cuando algún acontecimiento, actitud por parte de otras personas o experiencia reciente nos ha causado un malestar significativo y no deseamos afrontar la situación o no sabemos cómo gestionar ese malestar o frustración. Por supuesto, la negación no es la estrategia más adecuada para realizar una buena gestión emocional.
Como no deseamos generar un conflicto con la persona en cuestión o con nosotros mismos (que sucede más a menudo de lo que pensamos), fingimos que no nos ha afectado su actitud o sus palabras, mostrando externamente una coraza que se esconde en la frase “No, si no me pasa nada…”
Recurrir a esta poco recomendable negación de cómo nos sentimos puede ser por varios motivos:
-Porque realmente no sepamos poner palabras al malestar, la frustración y el torrente de sentimientos que nos ha ocasionado la situación. Quizá la comunicación no es nuestro fuerte, y, en este caso, lo mejor es intentar encontrar las palabras más aproximadas. Tener miedo a equivocarnos al decir las cosas es algo común. No obstante, piensa que las cosas más importantes se dicen con palabras sencillas.
-Porque sí que sabemos poner palabras a lo que nos pasa, pero tenemos miedo a parecer vulnerables si contamos cómo nos sentimos. No son pocas las personas que creen que si abren esa puerta emocional están “regalando” al otro un mapa con el punto exacto por donde atacar, herir y hacer sufrir. Estas creencias basadas en la no expresión y la invulnerabilidad lo que acaban produciendo a largo plazo es que las personas levanten muros inaccesibles como sistema de autodefensa. Y hay que tener presente que los muros protegen el interior, pero también lo pueden asfixiar. En realidad, lo que ocurre es que no existe confrontación de los miedos, aumentando así las propias inseguridades, y además imposibilitando trabajarlas para modificarlas, negando toda posibilidad de mejora. Estos miedos suelen provenir de las primeras relaciones que se establecieron con cuidadores, padres, amigos o superiores: cuanto más seguras, estables, predecibles y afectivas fueron esas relaciones, más capacidad de abrirse a los demás; cuanto más inseguros, inestables, impredecibles y poco afectivos fueron esos vínculos, menor habilidad para expresar sentimientos.
-Porque esperamos a ver si la otra persona se percata de cómo nos sentimos y nos pide perdón. Nos instalamos en la falsa creencia de que quien nos conoce sabe lo que nos pasa sin decírselo: creer que la otra persona va a saber en todo momento qué necesitamos, cómo estamos y lo que queremos, es una utopía. Nadie tiene una bola de cristal mágica para saber cuáles son nuestras aflicciones o nuestros deseos.
La única solución a este malestar de “No, si no me pasa nada” es expresar nuestros sentimientos; los sentimientos son algo natural: la rabia, el miedo, la tristeza... demuestran que somos humanos y no máquinas. Simplemente se trata de aceptar lo que sentimos, sentirnos seguros expresando nuestras emociones, sin críticas y sin sentir vergüenza. En definitiva, darle voz a nuestro universo interno, con todas sus luces y sombras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu experiencia es importante... ayúdanos a crear una comunidad de apoyo