Mucho y de todas las opiniones se
ha escrito ya sobre el pensamiento positivo. Sin caer en frases manidas que
resultan poco útiles a la hora de gestionar las dificultades, lo primero que hay
que tener en cuenta es que pensar en positivo no significa vivir en el planeta
imaginario ni vomitar unicornios a todas horas. La versión más extendida y popular
sobre psicología positiva nos vende una felicidad atemporal, la necesidad
básica de sonreír pase lo que pase y un ideal de bienestar en todas las
ocasiones, lo que no se ajusta del todo a
lo que realmente significa el pensamiento positivo. Tener un pensamiento
positivo tampoco consiste en obviar lo negativo que nos ocurre: ambos lados de
la experiencia (positivo y negativo) coexisten al mismo tiempo. Y ambos lados son
necesarios para experimentar la vida con cierto equilibrio emocional.
Fue el psicólogo estadounidense Martin
P. Seligman en su libro “Aprenda Optimismo” (ISBN 9788499087979) quien ya fue
adelantando los beneficios que reporta atender a ese lado más positivo. Ser positivo
no significa obviar los problemas, como ya se ha apuntado, sino darnos cuenta
de esos problemas y vivenciarlos de una forma más positiva; mantener esta
actitud positiva y no recrearnos en nuestras desgracias permite que las
soluciones lleguen más fácilmente en esos momentos de desesperación.
Hay que reconocer también que parece
casi una misión imposible mantener una actitud y un pensamiento positivo ante
las dificultades; las personas que están atravesando un mal momento saben bien lo
difícil que resulta enfocar la mente hacia ese lado más amable de la existencia
humana. Sin embargo, veamos qué puede ayudarnos a cambiar de una visión túnel negativa
y pesimista a otra más optimista y positiva.
-Admitir la imperfección. La
existencia no es perfecta ni como nos gustaría que fuese. Los errores van a
existir (propios y ajenos), la imperfección forma parte de la vida. Las personas
no se van a comportar como nos gustaría que lo hicieran y los hechos no se van
a desarrollar tal y como hemos previsto. Admitir esto puede ayudar mucho a aceptar
que la manera más positiva de experimentar un mal momento es “dejar que las
cosas sigan su curso de forma natural” y aceptar nuestra existencia tal cual es:
ni todo el tiempo estamos volando sobre unicornios ni todo el tiempo estamos
sumidos en las desgracias más absolutas.
-Admitir que no podemos
controlar todo. No somos responsables de todo lo que ocurre a nuestro alrededor.
Somos responsables de nuestras conductas, no de las de otros. Sobrecargarse de
control y de responsabilidad es el camino más fácil para crear sentimientos y
comportamientos que no sólo no ayudan a gestionar las dificultades, sino que se
convierten en patrones rígidos de comportamiento que pueden derivar en
patología.
-Olvidar el papel de víctima
y abrazar el reto de cambiar nuestro modo de hacer las cosas o empezar de cero
con los recursos que tengamos. Lamentarse o quejarse tiene un sentido de
desahogo, y es perfectamente humano; sin embargo, permanecer en la queja para
siempre, no tiene utilidad y además nos inmoviliza para avanzar. Es cierto que
hay sucesos o experiencias que influyen, que nos hacen daño y en las que
necesitamos que se reconozca todo aquello por lo que hemos pasado, y está bien
sentir así durante un tiempo para sanar nuestro dolor. Sin embargo, no hay que
permitir que esos pensamientos se conviertan en ocupas permanentes de nuestra
mente.
-Muestra agradecimiento y
gratitud por todas las cosas que tienes en tu vida. Agradece cada pequeño gesto bondadoso que los demás
tengan contigo y agradece por lo que te rodea: personas, cosas, experiencias que
estés viviendo… Si bien resulta difícil estar agradecido si tu salud no es la
que te gustaría, si estás viendo sufrir a un ser querido, te han despedido o
has sufrido una ruptura de pareja, hay otras áreas en tu vida por las que
puedes estar agradecido: por ejemplo, de poder cuidar o ayudar a ese ser
querido o de disfrutar de la compañía de los tuyos en estos momentos difíciles.
Si te cuesta agradecer, enfoca tu pensamiento en cosas como: ¿Qué puedo
aprender de esta situación? ¿Me ayudará a adquirir habilidades de relación con
los demás y conmigo mismo? ¿Puede ser el comienzo de un nuevo ciclo en mi vida?
¿Qué puedo hacer para mejorar mi bienestar en este momento?
-Piensa en lo que quieres para
ti en tu vida y traza un plan para que ocurra. Para crear nuevos escenarios
de vida y nuevas experiencias es necesario visualizar qué queremos: define lo
que quieras que ocurra con todo el detalle posible; una vez que lo hayas hecho,
no te quedes sólo en imaginar: traza un buen plan y enfócate en conseguirlo. Lo
que ocurrirá a continuación no será magia, será fruto de tu planificación y de
tu trabajo.