La desconexión emocional

La desconexión emocional es un mecanismo de defensa psicológico que provoca problemas para conectarse emocionalmente con los demás. Simplemente, el ciclo emocional natural se interrumpe, como si se viviera "con el piloto automático puesto” y con la sensación de que nada de lo que ocurre llegase al yo interior. Es decir, se descuidan las emociones hasta tal punto que se disocian o alejan del yo interno, de forma que las personas parecen convertirse en “zombis emocionales” que “ni sienten, ni padecen”, expresado en el lenguaje común.

Este síndrome impide establecer relaciones cercanas e intensas con nadie y el grado de compromiso emocional se reduce cada vez más hasta llegar a desaparecer por completo. El cariño y el afecto dejan de ser algo significativo, y ya no se registran como sentimientos importantes, pasando a un plano secundario o directamente a su desaparición de la experiencia vital.  

Las personas afectadas con este síndrome eligen no sentir para evitar el sufrimiento; ante los temores internos que las inmovilizan, optan por aplicar esta desconexión de sus emociones. Es decir, su lógica es: “si no siento, no sufro ni sufriré”.

Así comienza el proceso de “enfriamiento” del corazón (estas personas suelen decir que su corazón está “seco”, “helado”, o cuando se les pregunta por lo que sienten en su corazón, directamente verbalizan “Yo ya no tengo corazón”). Este proceso servirá, según sus creencias erróneas, para proteger el alma de nuevas decepciones y de las heridas que no han cicatrizado aún; así, la persona acaba desarrollando una soledad interna muy potente como estrategia defensiva, que no es ni más ni menos que el fruto de experiencias emocionales dolorosas, que dejaron huellas imborrables y que aún no están del todo experimentadas y procesadas. A menudo, la soledad interna también es el resultado de la imitación de un modelo familiar que ha quedado incorporada de una forma perfecta al subconsciente y que suele ser difícil de identificar por el propio individuo.   

Algunas personas se justifican y hablan de su aislamiento emocional en términos racionales con frases como “No tengo amigos cercanos; no los necesito” “Me traicionaron tanto que ya no volveré a confiar en nadie”. Estas verbalizaciones no son más que el intento fallido de enmascarar la angustia, el dolor y el desencanto por las experiencias vividas en el pasado.

No pensemos que este aislamiento emocional o esta desconexión ocurre únicamente a personas que están solas, sino que muchas veces estas personas forman parte de relaciones estables; es decir, que el aislamiento emocional no tiene por qué aparejar un aislamiento social. Sin embargo, las relaciones que establecen las personas que sufren desconexión emocional no tienen la condición de “plenas” como las que constituyen personas equilibradas y sanas, ya que no hay entendimiento ni comunicación a un nivel profundo con sus parejas y todo se basa en una convivencia meramente superficial.

Si tienes dificultades para conectar emocionalmente con los demás o crees que "llevas el piloto automático puesto”, en Meraki Psicología Aplicada podemos ayudarte.

Personas pasivo-agresivas

Ya en una entrada anterior hablamos del estilo comunicacional pasivo-agresivo https://psicolucia76.blogspot.com/2021/10/conociendo-las-personas-pasivo.html

Una de las preguntas más frecuentes que se dan en consulta es cuándo esta conducta pasa de ser un comportamiento normal a una dificultad que adquiere tintes patológicos y que necesita  la intervención de un profesional. Veamos qué requisito o requisitos son necesarios.

Todos, en algún momento, nos hemos enfadado y hemos utilizado el silencio como arma; pero, generalmente, todos disponemos en nuestro repertorio conductual de más estilos de relación interpersonal y no utilizamos sólo la agresividad silenciosa como patrón de relación. Unas pocas veces seremos más sumisos/inhibidos, otras pocas veces nos comunicaremos de forma más agresiva e idealmente utilizaremos la asertividad en la mayor parte de nuestras interacciones personales. Es decir, que la agresividad silenciosa se convierte en una dificultad que requiere ayuda profesional cuando la manera de relacionarse de la persona es siempre la misma con todas las personas que la rodean: pareja, compañeros de trabajo, familia, conocidos, amistades, etc; por tanto, puede considerarse una patología cuando la persona normaliza esa forma de relacionarse como la única válida para sí misma, y se convierte en un patrón de acción rígido e inamovible en su repertorio conductual.  

La principal dificultad de estas personas es que no verbalizan lo que realmente quieren, sienten o desean; no comunican su oposición o su conformidad con aquello que se les requiere, optando por el silencio para desesperación y castigo a los demás.  No muestran el enfado o la conformidad que realmente sienten. Si se les pregunta por ese informe que nunca han enviado a pesar de que dijeron que lo harían o esa respuesta que se le pidió sobre un asunto particular hace un mes, pondrán mala cara y si se les pregunta qué ocurre, negarán que exista ningún tipo de conflicto al respecto.

Otra de las cualidades que presentan las personas pasivo-agresivas es que no soportan los lazos interpersonales, lo que entra en plena contradicción con la dependencia emocional hacia los demás que establecen. Les gusta que los demás los cuiden y los mimen, y se sienten heridos con facilidad. Pero esa dulzura y calidez de las relaciones es un lazo muy pesado para ellos y no pueden responder de la misma forma. Así que presentan conductas absolutamente incoherentes entre lo que dicen y lo que hacen, moviéndose entre los extremos de acercamiento-alejamiento, dejando perplejos a los demás, que no pueden establecer ningún tipo de expectativa razonable sobre el comportamiento en una relación de la persona pasivo-agresiva.

Así, de forma resumida, las características de estas personas son:

-Incapacidad de expresar lo que quieren.

-Dependencia emocional no reconocida.

-Enfado silencioso cuando se sienten heridos o no apreciados.

-Baja autoestima. No confían en sí mismos por su incoherencia entre sus pensamientos y sus acciones. Se ven como "una peonza" que oscila demasiado. 

-Incapacidad de reconocer ese enfado, malestar o cualquier emoción en sí mismos o en los demás.

-Culpabilizar a los demás de todo lo que les sucede.

-Pensar que su modo de actuar es el correcto y son los demás los que no lo hacen bien.

-Conductas de no confrontación y desprecio hacia la persona que en su imaginario les ha herido o menospreciado o con la que mantengan un conflicto: apagar el móvil, olvidar conversaciones importantes, dejar en visto los mensajes o las llamadas y no contestar…

-En las discusiones generadas por las situaciones negarán que actúen de esa forma o que tengan algún problema. Sencillamente dirán: “YO NO SOY ASÍ”.

-Si se les recrimina su conducta, negarán la mayor y querrán irse de rositas por su comportamiento incoherente. 

-Tomarán el papel de víctima, culpabilizando a los demás de todo lo que les ocurre y sobre todo por no entenderlos. Tienden a ver su propio dolor y no el ajeno.

Si tienes alguna dificultad relacionada con la comunicación, o te gustaría saber más sobre este tipo de personas para mejorar tu relación con ellas, en Meraki Psicología Aplicada podemos ayudarte.