La timidez


El mundo en el que vivimos exige una serie de cualidades muy diferentes a lo que conocemos por timidez. Sin embargo, esto no significa que la timidez haya desaparecido, sino que se esconde aún más (sobre todo por la irrupción de las pantallas en la vida cotidiana).

Veamos un poco en qué consiste lo que llamamos timidez. Por timidez entendemos el miedo a ser juzgado u observado y criticado por otros, lo que provoca que la persona evite situaciones sociales; la estrategia que se usa de forma habitual es la evitación. Esta timidez genera un sufrimiento tan profundo y paralizante que la persona se retira de la vida, aislándose, convirtiéndose en una persona incapaz de conservar relaciones cercanas o de trabajar. Entre las posibles causas de la timidez encontramos:

-Genética: algunas investigaciones han demostrado que existen comportamientos tímidos en bebés de un año, lo que refuerza la teoría de que el temperamento tímido está determinado en una gran parte por los genes que heredamos.

-Aprendizaje: la tendencia propia y natural de una persona tímida puede verse reforzada por lo que aprende de otras personas, sobre todo en los entornos más cercanos.

-Apego inseguro: sobreprotección, padres perfeccionistas, carencias afectivas… son aspectos que influyen en que los niños desarrollen poca seguridad en sí mismos y por ende la creencia de que su entorno afectivo no es seguro.

-Experiencias personales desagradables: si una persona tímida ha recibido burlas o humillaciones, lo más probable es que se retraiga aún más.

-Falta de autoestima: si el niño ha sido criticado negativamente de forma constante, se convertirá en un adulto miedoso, tímido e inseguro.

La timidez no es lo mismo que la introversión, aunque comúnmente se confundan: ser introvertido es poseer un rasgo de personalidad que tiene que ver con preferir la tranquilidad, con gustar de pasar tiempo a solas y con la práctica de actividades relacionadas con la reflexión (leer, pintar). Ser introvertido tiene sus ventajas; sabemos, por ejemplo, que una persona introvertida puede resultar un gran líder, ya que tenderá a escuchar a los demás más que a hablar, y a utilizar la empatía, por lo que puede facilitar el proceso comunicativo, ya que muchas de las cosas que suceden durante la comunicación lo hacen antes de que abramos la boca. Y de cara a ser un gran directivo, lo que cuenta no es la introversión o la extroversión, sino que es la humildad, cómo tratas a tus empleados y tu propósito laboral.

Por otro lado, si nos paramos a pensar un poco, existen contextos en los cuales las personas tímidas pueden resultar perfectamente funcionales, porque realmente no están expuestos al escrutinio de los demás; por ejemplo, aquellos contextos de oficina donde no trabajen directamente cara al público de forma constante, sino que interactúen únicamente con algunos compañeros de trabajo que en realidad están tan ocupados como el propio sujeto, con lo cual no se prestan atención unos a otros y no hay una interacción social prolongada. Para vencer esta timidez, lo ideal es saber gestionar la frustración que supone que los demás no reconozcan nuestro talento ni nuestro esfuerzo. Erróneamente creemos que lo que hacemos habla por nosotros, pero resulta muy difícil que los demás se percaten de nuestra labor, porque están muy ocupados en sus propias cosas y tareas; es importante lo que hacemos, pero igual de importante es saber transmitirlo, y la timidez puede resultar un muro para visibilizar una habilidad propia; por tanto, si sabemos algo, lo importante es levantar la mano para que los demás sepan que lo sabemos.

Por último, planteemos la pregunta del millón: ¿resulta necesario que alguien tímido modifique sus comportamientos? Aquí tenemos que atender a si la timidez resulta o no patológica. La persona tímida puede sufrir por dicha timidez, pero sólo es patológica cuando se lleva al extremo y se evitan a toda costa situaciones sociales, generando síntomas característicos de la ansiedad.

Cómo mejorar las relaciones con los demás

 

Relacionarse con los demás no es fácil; algunas personas no interactúan de forma adecuada por timidez; otras llevan consigo una historia donde los conflictos son la tónica general, provocada por el aprendizaje en un entorno familiar donde no existían buenas relaciones. Estos condicionantes pueden influir en que se mire a los demás con un punto de aprensión o de desconfianza. Sin embargo, la capacidad o incapacidad para mantener buenas relaciones personales es, como casi todo, un aprendizaje más en esta vida, y hay pequeñas pautas que pueden ayudarnos a mejorar estas relaciones personales. Veamos algunas de ellas: 

-Aprender a escuchar; la mayoría de nosotros escuchamos para responder después. Para perfeccionar la capacidad de escuchar, intenta quedarte en silencio, captando lo que te está diciendo, sin preparar mentalmente una respuesta, sino centrándote únicamente en lo que te quieren decir. Recuerda que por algo las personas tenemos dos orejas y una boca.

-Cultiva la empatía. Escuchar y ser empático van unidos; empatizar significa ser capaz de ponernos en el contexto del otro y ver las cosas desde su perspectiva. Ser empático significa también desactivar la crítica hacía el otro; las personas tienen sus razones para hacer las cosas, razones que muy a menudo se escapan de nuestra comprensión.

-Confía en ti mismo. Las personas se muestran más confiadas cuando mostramos confianza en nosotros y hacia ellas. Si te muestras como una persona dubitativa o insegura, transmites eso mismo a tu interlocutor, y creas en el otro una respuesta defensiva que dificulta el acto de comunicación.

-Sonríe. Mejorar la comunicación no verbal también es muy importante para mejorar las relaciones personales. Sonreir elimina barreras, ayuda a construir un clima emocional en la comunicación de amabilidad y rebaja las tensiones. Y sobre todo, es gratis.

-Atención completa a la persona con la que estás. Estar pendiente del móvil no ayuda a crear un clima positivo para la comunicación. Las personas agradecen que les prestemos atención de forma adecuada.

-Gestión de ira. Difícilmente el enfado va a facilitar las relaciones; si sientes que estás enfadado, no hagas nada, no digas nada. Espera a que pase la emoción, y, una vez en frío, el diálogo es más fácil, enfocándote en qué mensaje quieres transmitir y en qué forma quieres hacerlo. La mayoría de las relaciones se deterioran por una mala gestión de la ira, así que mucha atención a cómo gestionamos los enfados.

-Los buenos modales nunca pasan de moda: costumbres como saludar y despedirse, decir gracias, no interrumpir… son imprescindibles para mantener buenas relaciones con los demás.