Menos es más: simplifica

En esta experiencia vital contemporánea resulta complicado deducir dónde se encuentra el verdadero bienestar personal. Parece que estemos inmersos en una carrera donde siempre hay que tener más, trabajar más, ser más, comprar más, hacer más… y nuestra definición de éxito pasa por un crecimiento que parece no tener fin. Esto a veces lleva a sentirnos muy pesados en una vida que nos parece densa y con demasiados ingredientes. Quizá la respuesta a este desbordamiento se encuentre en simplificar, en vivir la experiencia desde un estilo de vida más desnudo y auténtico.

Veamos algunas pautas para construir una vida más ligera.

  1. Dí adiós al azúcar. Con esto no me refiero a que pases a tomar el café solo de la noche a la mañana, sino a que digas adiós a los alimentos ricos en azúcares y carbohidratos. Tu cuerpo te lo agradecerá.
  2. Muévete y realiza un ejercicio suave como caminar 30 minutos al día. Caminar alivia la ansiedad y el estrés y ayuda a que nuestra mente se concentre en lo importante.
  3. Descongestiona tu espacio. Para no sobrecargar, lo mejor es realizar una limpieza a fondo de los espacios (ya sean domésticos o profesionales). Deshazte sin piedad de las cosas u objetos que no te gusten, te traigan malos recuerdos o simplemente ya no encajen en tu proyecto de vida ni en tu momento presente. Recuerda que a veces tener menos significa apreciar las cosas más. Es mejor tener un par de vaqueros que de verdad aprecies y te los pongas casi siempre a tener cinco que estén en el armario guardados porque no te convencen del todo.  
  4. Gasta únicamente en lo necesario. Controla tus gastos; el dinero y las emociones tienen una cualidad en común y es que cuando aprendes a gestionar tu dinero, aprendes también a gestionar tus emociones.
  5. Aprende a decir que no. No te involucres en planes o actividades que no te apetezcan; marca límites con los demás e intenta no complacer a nadie más que a ti.
  6. Aprende a amarte. La autovaloración de ti que realices es independiente de los acontecimientos que te sucedan. Eres una persona valiosa, te suceda lo que te suceda y te compares con lo que te compares. Encuentra ese amor propio y aliméntalo todos los días.
  7. Libérate del pasado. El pasado ya no puede cambiarse y es a menudo un lastre muy pesado; despídete de él y piensa que, si te anclas en el pasado, no podrás construir tu presente.  
  8. Libérate de juicios familiares. A veces quienes deberían ser un apoyo simplemente no lo son y acaban siendo jueces implacables de nuestra existencia. Recuerda que su experiencia vital no es la tuya, que su vida no es la tuya. Si necesitas alejarte de familiares que no te aportan, toma la distancia que necesites. La consanguinidad no obliga a nada que tú no quieras.
  9. Realiza un filtrado de amistades y relaciones. Quédate con los contactos que de verdad te aprecien y se interesen por ti regularmente y con los que sientas que aportan bienestar y tranquilidad a tu vida. 
  10. Céntrate en tu presente. El pasado ya no puede cambiarse y el futuro es incierto. Sólo nos queda el momento presente. Enfoca tu energía en el aquí y en el ahora; practicar mindfulness de forma regular puede ser de gran ayuda para centrarte en el momento presente y disfrutar de la experiencia.   

Cómo afrontar una conversación difícil

Cuando se trata de relaciones personales nada es sencillo; no son pocas las ocasiones que en terapia los clientes demandan estrategias para hacer frente a situaciones complejas dentro de las relaciones interpersonales. La más frecuente de estas situaciones es a la hora de mantener una conversación trascendente con una persona cercana; trascendente tanto por la temática a abordar como por la posible reacción que pueda presentar. Por este motivo resulta imprescindible la preparación psicológica, además de una actitud correcta.

Veamos algunas premisas que pueden ayudarnos a que la situación se resuelva de la mejor forma posible:

-Olvidarse de la dinámica ganar-perder. La idea que subyace a esta premisa es que, si lo pensamos bien, no estamos preparando una batalla, sino un espacio donde podamos comunicarnos, donde podamos entender los dos puntos de vista y llegar a un acuerdo que resulte beneficioso para ambas partes. La prioridad es entenderse, no es ganar.

-Separa a la persona del problema: es decir, no califiques a la otra persona porque haya hecho esto o lo otro. Céntrate en el problema o en los hechos, no en la persona.

-Habla de ti y no del otro (frases yo-yo). Di lo que sientes, cómo te afecta la situación por la que estáis pasando… el objetivo es que el otro conozca y entienda tu punto de vista.

-Deja tiempo para que el otro entienda y responda. No te apresures.

-Enfócate en buscar las soluciones, no en dar vueltas en círculo sobre el problema.

-Pon un extra de delicadeza si se trata de una persona querida y cercana. No utilices la información que posees para hacer daño a la otra persona, ni siquiera para defenderte. Sé firme, pero a la vez suave con tus palabras. 

Teletrabajo y salud mental

 

Los datos no dejan lugar a dudas: en España, tras la pandemia, se ha duplicado el número de personas que teletrabajan. Es cierto que tener la oficina en casa tiene determinadas ventajas (ahorro de desplazamientos, posibilidad de una mejor conciliación, no sufrir las inclemencias climatológicas, entre otras) pero también presenta una serie de inconvenientes para nuestra salud mental que hay que gestionar de forma óptima.

Veamos algunos de los inconvenientes del teletrabajo:

-Aislamiento social, debido a la falta de interacción humana con los compañeros. Estar en soledad también incrementa el riesgo de caer en la tristeza o el abatimiento. Para evitar esto, es necesario mantener unidos a los equipos de trabajo fomentando las reuniones virtuales regulares o las reuniones sociales después del trabajo.

-Dificultades para desconectar de las obligaciones. En no pocos hogares se ha instalado un rincón para el teletrabajo en el salón de la casa. Esto implica que la vida familiar, social y laboral se desarrolla en un mismo espacio, con la imposibilidad de sacar de nuestra mente todo lo relacionado con el puesto laboral, ya que, literalmente, tenemos la oficina ante nuestros ojos. Si hemos dejado asuntos por resolver, cada vez que miremos hacia ese rincón del salón estarán esperándonos con los brazos abiertos. Y a esto se suma que, en líneas generales, no se respeta el tiempo dedicado a estar desconectado del trabajo ya que las llamadas, los mensajes y los mails, se convertirán en compañeros inseparables del trabajador a todas horas. Es decir, que el teletrabajo provoca una sobrecarga de obligaciones mayor, entre la que se encuentra la disponibilidad casi total del trabajador. Para evitar que esta situación afecte a nuestra salud mental, es necesario establecer horarios y rutinas rígidos de productividad y de descanso. Además, destinar una zona de la casa diferenciada para el teletrabajo, a ser posible aislada y que favorezca la concentración, puede resultar de gran ayuda. También son imprescindibles las pausas programadas dentro del horario de trabajo; es aconsejable que cada dos horas haya entre 5 y 10 minutos de descanso (para ir al baño, beber agua, estirar las piernas, etc). También es importante cambiarse de ropa para comenzar y para terminar de teletrabajar (permanecer con el pijama no es una buena idea), con el objetivo de que nuestra mente pueda distinguir los diferentes horarios y actividades.  

-Obsesión con la productividad. Este modelo híbrido de teletrabajo y presencialidad que parece haberse instalado definitivamente ha abierto la puerta a la desconfianza absoluta entre empleados y empleadores. Esto se debe, principalmente, a que los jefes se fían más de los empleados que ven que de los que no ven. Antes se medía la productividad de forma tradicional: visitando los puestos de trabajo, echando un vistazo a los dispositivos… ahora se ha fomentado el uso de programas para monitorizar la actividad online, confundiendo actividad con productividad. A pesar de que los trabajadores se sienten más productivos desde casa, los empleadores no lo perciben así, lo que ha supuesto que la mayoría de las empresas sometan a sus trabajadores a un monitoreo constante que provoca aún más presión añadida. Los datos recabados indican que los trabajadores sacan más trabajo en casa, se toman menos descansos, van menos al baño y acortan la pausa para comer. Es decir, que, utilizando la métrica del tiempo, puede decirse que los trabajadores son más productivos en remoto que en la presencialidad.