Escuchar puede parecer algo sencillo. A fin de cuentas, todos los hacemos, en mayor o menor medida, y no parece requerir ninguna habilidad especial. Simplemente, hay que estar callado cuando la otra persona habla, no interrumpir haciendo preguntas y tener un disco mental que grabe todo lo que la otra persona dice y devolvérselo tal como nos lo ha contado hasta el último detalle. Esto me recuerda a que alguna vez he sentido que hablaba con alguien y era como estar delante de una pared. Al principio, tienes la sensación de que te escuchan, pero luego te das cuenta de que, aunque te ha aliviado momentáneamente (la escucha casi siempre es terapéutica), no te ha generado ninguna perspectiva nueva sobre la problemática de la que le has hablado y en realidad ha sido como sentir que te escuchaban a medias (sí, los psicólogos también necesitamos sentirnos escuchados, como todas las personas).
Así, parece que no es suficiente para tener una sensación plena de escucha que únicamente permanezcan en silencio mientras hablamos. Es importante, por supuesto, pero no lo es todo. Con esto quiere decir que, para que una escucha resulte verdaderamente terapéutica y no una mera conversación con la vecina del quinto b, también debemos disponer de una habilidad básica: la de preguntar y hacer sugerencias en el momento oportuno. Es decir, participar en la conversación de forma activa y cooperativa.
A lo largo de mi formación y de mi trayectoria profesional me he dado cuenta de la importancia de esta habilidad. Y preguntar o sugerir es un verdadero arte que requiere de un entrenamiento constante. Me gusta comparar mi trabajo (mi vocación, porque para mí ya no es trabajo) con la de un detective que no solamente tiene que conocer los detalles del escenario donde actúa la persona, sino ser capaz de generar, a través de la palabra, otros escenarios mentales para que haya nuevas actuaciones. Y esto se consigue con esas preguntas cruciales y oportunas que sabes que han abierto una nueva ventana en los pensamientos de la persona que tienes delante.
Para llegar a saber escuchar y convertirlo en el arte que es, podemos seguir una serie de pasos que constituyen casi el secreto mejor guardado de nuestra profesión y que deseo os ayuden a ser buenos oyentes:
-Crear una buena relación, en un entorno seguro.
-A partir de ahí, sólo existe la persona que tienes delante.
-Entender el fondo, no la forma, de lo que quiere decir la otra persona.
-Pedir aclaraciones si no hemos entendido algo.
-Apreciar los aspectos verbales y no verbales de su discurso. Escuchar con los ojos.
-Captar cómo se siente y empatizar.
-Nunca enjuiciar a nadie.
-Realizar preguntas/sugerencias aportando nuevas perspectivas.
Recuerda, si deseas sentirte escuchado y comprendido y necesitas ayuda con algunos aspectos de tu experiencia vital, en Meraki Psicología Aplicada podemos ayudarte.
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