Mucho se ha escrito sobre el apego. Como especialista en intervención en trauma, que está muy relacionado con el apego, sé que es un tema muy complejo, y aquí únicamente pretendo recoger algunas pinceladas básicas. El apego constituye también una de las principales evaluaciones a efectuar en terapia de pareja, ya que tiene mucho que ver con las dificultades que pueden aparecer en la relación.
¿Qué es el apego?
J. Bowlby fue el pionero en el estudio de los vínculos afectivos y su impacto en el ciclo vital; entendía que el establecimiento de una relación cálida, íntima y continuada generaba satisfacción en la madre y en el bebé. Esta relación va cambiando con el paso de los meses, por la entrada de nuevas personas en esa relación (nuevos cuidadores, nuevos hermanos), y va configurando el modelo de apego que tendrá el niño, y que servirá, ya de adultos, de guía para establecer nuevas relaciones. Es decir, este aprendizaje establecido de cómo son o deben ser los vínculos que proviene de nuestra niñez, influirá en la elección de pareja, en la vinculación con nuestros hijos, y, en general, en todas las relaciones afectivas posteriores. Esto implica que, si nuestro apego no está construido de una forma más o menos equilibrada, tendremos muchas dificultades para vincularnos con los demás.
En base a las características de esta relación primigenia con el cuidador principal y cómo se ha desarrollado, se forman tres tipos de apego y que se mantienen hasta la edad adulta, aunque es necesario aclarar que este apego adulto no es el resultado directo del infantil:
-Apego seguro: hay una percepción, interpretación y respuesta adecuada a las demandas del niño por parte de sus cuidadores. La relación es cálida, hay facilidad de exploración del entorno por parte del niño, que ve a sus cuidadores como una “base segura” que proporcionan afecto y cuidados y que van a estar ahí cuando regrese o los necesite para cuidarlo o proporcionarle afectos positivos. Hay conductas de proximidad y contacto con los cuidadores cuando se produce una situación estresante: el niño recurre a ellos en busca de consuelo y muestra su emoción al reencontrarse con ellos. Los mensajes que transmitieron los cuidadores al niño fueron: “tus necesidades importan, las vamos a cubrir, estamos aquí, no te vamos a abandonar, puedes contar con nosotros”.
-Apego inseguro-evitativo: el niño no se muestra nervioso por la ausencia de los cuidadores y tiende a ignorarlos o a evitarlos. Los cuidadores también rechazan al niño, no están disponibles para atender las necesidades del niño y son inefectivos en proporcionar cuidados y afecto (por tanto, el niño siente que ¿para qué buscarlos o llorar por su ausencia si no le van a dar lo que necesita?). El niño ante la soledad juega, no se estresa, diluye la expresión emocional (no me siento mal, ignorando sus propias emociones) y rechaza las conductas de apego o proximidad hacia los cuidadores u otras personas. Se muestra seguro, autónomo e independiente (explorando se va más lejos porque siente que no le van a dar lo que necesita, por tanto lo busca en otro lugar). La madre es insegura ante su propia emoción de rechazo, rechaza al niño (es un cuidado distante y falto de afecto), aumentando el afecto negativo del niño. Como no da validez a la emoción negativa del niño porque no responde afectivamente a este malestar, el niño no aprende a manejar esos sentimientos negativos, lo que sentará las bases para que se repita ese tipo de comportamiento en el futuro. Los mensajes que transmitieron los cuidadores al niño en este caso fueron: “tus necesidades no cuentan, no las muestres, porque si las muestras nos van a dar igual a nosotros y a los demás, las personas son frías como nosotros y te rechazan. No confíes en tus emociones".
-Apego inseguro-ambivalente: los niños no exploran, no quieren alejarse de los cuidadores. Si hay alejamiento de los cuidadores, cuando regresan, el niño se muestra ambivalente: por un lado hay deseo de contacto, por el otro lado, rechazo porque se ha sentido abandonado y ya no puede confiar en ellos; el niño siente angustia por la separación, y está siempre pendiente de los cuidadores por si vuelven a abandonarlo. El niño se regula emocionalmente con la exageración de las conductas de apego hacia los cuidadores, siendo dependiente y mostrando inmadurez (protégeme, voy a ser como tú quieras que sea para que no me abandones). Los mensajes que transmitieron los cuidadores al niño fueron “tus necesidades a veces importan, a veces no; por tanto, hazte oír exagerándolas que tendrás más posibilidades de que las atendamos o las atiendan los demás”. Los padres son injustos con el niño, a veces lo protegen, a veces no, de forma arbitraria.
El tipo de apego que presentamos en la niñez influye, ya en la adultez, en el autoconcepto que tenemos de nosotros mismos, en el tipo de relaciones que escogemos a lo largo de nuestra vida y en cómo nos sentimos y actuamos en esas relaciones afectivas. Por ejemplo:
-La persona con apego seguro en la adultez se muestra segura, confiada; son personas fáciles de conocer y no sienten inseguridad en sí mismos. Son empáticas, se sienten cómodas en las relaciones, creen en el amor, saben establecer vínculos y cuidarlos; son amigables, confían en el otro y en la relación. No hay conductas de alejamiento emocional ni de constante reaseguración de la relación o el afecto del otro.
-La persona con apego inseguro-evitativo, en la adultez emana una falsa seguridad, independencia y autonomía. En la intimidad es huidiza para los sentimientos, no se siente cómoda y evita la dependencia de los otros. Para estas personas el amor no es duradero (hay que quemar etapas muy rápido, que se acabe), no creen en el amor, no saben mantener y cuidar el vínculo y hay un miedo profundo a la intimidad emocional. Suelen ir de relación en relación debido a que cuando el vínculo se hace más profundo, les asalta el miedo. Tampoco aceptan a sus parejas como son. Hay un temor al acercamiento del otro y se produce un alejamiento cuando el otro se acerca demasiado emocionalmente; hay rechazo de la intimidad excesiva, escasa comunicación afectiva y escasa empatía con las necesidades del otro. No conectan emocionalmente con nadie.
-Las personas con apego inseguro-ambivalente, en la adultez se muestran como personas inseguras sobre ellos mismos, para ellos nadie les entiende. Las relaciones que establecen son dependientes, ansiosas, hay miedo al abandono o a no ser amados lo suficiente, por lo que necesitan una reaseguración constante del afecto del otro (¿me quieres? ¿cuánto?). El otro no se compromete como ellos lo hacen, porque creen que ellos aman mucho y los demás poco. Son personas celosas, ansiosas, sienten angustia ante la relación y necesitan controlarla para que no les abandonen, lo que acaba provocando precisamente el tan temido abandono. Hay un estado de hipervigilancia continua sobre la relación y sobre el otro.
Si crees que tienes dificultades, individuales o en pareja, que pueden estar relacionadas con el apego, en Meraki Psicología Aplicada podemos ayudarte.