¿Qué es la resiliencia?
La resiliencia psicológica es la capacidad que tenemos todos los seres humanos para adaptarnos positivamente a la adversidad, superar las situaciones difíciles y además salir fortalecidos de ellas.
Lejos de significar “no sufrir” o “ser invulnerable”, la resiliencia implica sentir el dolor, procesarlo y aprender de la experiencia vivida. En palabras simples: no se trata de evitar la tormenta, sino de aprender a navegarla, y extraer conocimientos para las futuras tormentas.
Resiliencia y otros procesos psicológicos relacionados
La resiliencia no actúa sola. Está estrechamente vinculada con otros procesos fundamentales de nuestra mente como:
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Inteligencia emocional: reconocer y gestionar nuestras emociones facilita el que no quedemos atrapados en el malestar indefinidamente.
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Autoeficacia: creer en nuestras propias habilidades y capacidades incrementa la percepción de control de nuestra vida, sobre todo en los momentos más difíciles.
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Optimismo realista: ver el vaso medio lleno, sin negar la realidad, ayuda a encontrar soluciones y no permanecer en la queja inactiva y en la negatividad.
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Apoyo social: la resiliencia se nutre de vínculos seguros (amigos y familiares que nos sostienen y nos aportan).
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Mindfulness o atención plena: la habilidad para estar y enfocarse en el presente favorece la regulación emocional.
¿Se nace resiliente o es algo que se puede adquirir y entrenar?
La ciencia es clara: la resiliencia se puede entrenar. Aunque existen factores genéticos y de personalidad que influyen, el entorno y los hábitos diarios tienen un papel determinante.
Estrategias prácticas para entrenar la resiliencia
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Acepta lo que no puedes controlar. Enfocarte en lo que sí depende de ti reduce la frustración.
¿Cómo lo hago? Imagina un círculo a tu alrededor de un metro y medio de diámetro, sin incluir a otras personas. Eso es lo que realmente está dentro de tu control.
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Redefine los problemas no como problemas, sino como desafíos que te harán más sabio y de los que extraerás algún conocimiento sobre la vida o sobre ti mismo. Cada obstáculo puede ser una oportunidad de aprendizaje y crecimiento.
¿Cómo lo hago? Cuando estés ante una situación compleja, párate y piensa. Formula el problema respondiendo a qué, quién, cómo, dónde, cuándo y qué acción vas a tomar o no al respecto.
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Cultiva las relaciones positivas, reconfortantes y sanas. Rodearte de personas que te inspiran y apoyan refuerza tu capacidad de recuperación en momentos complicados.
¿Cómo lo hago? Haz una lista de las tres personas más importantes para ti en estos momentos. Pregúntate qué te gusta de esa relación y qué te aporta esa persona.
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Entrena la autocompasión. Háblate como lo harías con un buen amigo que está pasando un mal momento. Ser amable contigo mismo y tener un lenguaje interno positivo y reforzante mejora tu resistencia emocional.
¿Cómo lo hago? Cuando estés ante una situación difícil, interioriza pequeños mantras o frases de apoyo dirigidos a tu interior. Recuerda que en ese diálogo interno no interviene nadie más, por lo que no podrás decir que "son los demás".
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Practica la gratitud diaria. Tomar nota de lo que sí funciona en tu vida te protege frente a la desesperanza.
¿Cómo lo hago? Al final del día, justo cuando vayas a dormir, piensa en 3 cosas de tu vida por las que te sientas especialmente agradecido.
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Cuida tu cuerpo para cuidar tu mente. Dormir bien, moverte y alimentarte de forma saludable fortalece la base física de la resiliencia.
¿Cómo lo hago? Establece horarios y rutinas adecuados. Los horarios regulados son uno de los pilares básicos del bienestar emocional.
Beneficios de ser más resiliente
Las investigaciones en psicología muestran que las personas resilientes:
-Tienen menores niveles de ansiedad y depresión.
-Se recuperan antes de experiencias traumáticas.
-Muestran mayor satisfacción con su vida.
-Afrontan el estrés con más eficacia.
La resiliencia no va a hacer que los problemas desaparezcan,
pero te proporciona las herramientas para afrontarlos con equilibrio y esperanza.