Cómo modificar hábitos

Muy a menudo surge durante las sesiones la pregunta de por qué permanecen viejos patrones psicológicos y comportamentales a pesar de que intentamos modificarlos una y otra vez; los clientes me preguntan qué es lo que hace posible el cambio terapéutico y por qué resulta tan difícil conseguir y mantener ese cambio. Dedicaré el post a esta pregunta tan compleja.

El proceso básico que subyace a la modificación de hábitos está formado por varios subprocesos:

1. Tomemos conciencia de cuáles son esos patrones, hábitos o modos de reaccionar ante las situaciones. Es un proceso de identificación. ¿Qué pienso, qué siento y qué hago cuando me encuentro en esta situación?

2.  Comprendamos su origen y reconozcamos que la conducta es el resultado de una programación adquirida en algún momento de nuestra vida, y que esta programación se puede modificar en un proceso de mejora continuo. 

3. Disociación. Una vez que sabemos que esta forma de pensar y de actuar no se corresponde con quienes somos realmente, o no nos resulta adaptativa, podemos separarnos de ella y decidir en el presente si queremos conservarla o no. Es decir, lo que somos no es lo mismo que lo que hacemos. Podemos observar esta forma de pensar y actuar y verla como lo que es: un mero repertorio de información que quedó guardado hace mucho mucho tiempo como forma de hacer las cosas porque no disponíamos de otra mejor en su momento, y que ya no puede estar rigiendo nuestra vida porque no nos resulta útil o simplemente no encaja con lo que somos en la actualidad.

4.  Creación de nuevas vías alternativas de pensamiento y de nuevas respuestas a la situación. Se trata de encontrar qué formas nuevas son las que más útiles nos resultan en la actualidad. Es decir, qué nueva programación quiero adquirir.  

5.  Uso y mantenimiento de esas nuevas respuestas, hasta que se automatizan y forman parte de "nuestro nuevo yo".

Sabemos que para edificar nuevos hábitos primero hay que sentar las bases para construir digamos “nuevas vías neurológicas” o “nuevas formas de pensar”. Pero no basta con construir esas nuevas formas de pensar, sino que también hay que asegurarnos de que estos nuevos caminos estén bien establecidos y mantenidos porque los usemos de forma regular. Esto quiere decir que, una vez que estén creadas estas nuevas vías, cuanto más recorras con tu mente estos nuevos caminos de pensamiento, y más ejecutes las nuevas conductas, más fácil será, hasta que inconscientemente se conviertan en la “nueva forma de reaccionar”. Una vez que estas nuevas formas se convierten en automáticas, no es necesario usar la fuerza de voluntad para escoger ese nuevo camino que hemos creado.

Forjar el cambio que deseamos a base del uso continuo de fuerza de voluntad puede construir nuevos caminos y formas de actuar a las que asociemos connotaciones negativas, y a la larga tu mente verá esos nuevos caminos u objetivos como una amenaza, liberando la respuesta primitiva de lucha o huida. Tu mente verá el objetivo de cambio que te has trazado como algo que está “fuera de tu zona de confort” y terminarás volviendo a tu “antiguo yo y su forma de hacer las cosas”, por pura comodidad cognitiva. Tu mente te alarma con pensamientos negativos de “esto te va a matar”, “estas en peligro”, “esto es demasiado nuevo” y tu mente racional reacciona ante ese conflicto y decide que el objetivo es “demasiado difícil de alcanzar y además es peligroso”. Por tanto, lo que ha hecho es que ha fabricado una excusa para que no lleves a cabo el cambio que deseas.  

Para cambiar tu comportamiento y asegurarte de que alcanzarás tus objetivos, debes gestionar y modificar tus pensamientos de forma consciente y decidir cuál va a ser la forma de reaccionar que eliges ante la situación, siempre desde la racionalidad. 

Cuando este nuevo camino de pensamiento y su posterior conducta se hayan automatizado, se convierten en un comportamiento inconsciente, en tu nuevo yo, y son totalmente independientes de la fuerza de voluntad.

Menos es más: simplifica

En esta experiencia vital contemporánea resulta complicado deducir dónde se encuentra el verdadero bienestar personal. Parece que estemos inmersos en una carrera donde siempre hay que tener más, trabajar más, ser más, comprar más, hacer más… y nuestra definición de éxito pasa por un crecimiento que parece no tener fin. Esto a veces lleva a sentirnos muy pesados en una vida que nos parece densa y con demasiados ingredientes. Quizá la respuesta a este desbordamiento se encuentre en simplificar, en vivir la experiencia desde un estilo de vida más desnudo y auténtico.

Veamos algunas pautas para construir una vida más ligera.

  1. Dí adiós al azúcar. Con esto no me refiero a que pases a tomar el café solo de la noche a la mañana, sino a que digas adiós a los alimentos ricos en azúcares y carbohidratos. Tu cuerpo te lo agradecerá.
  2. Muévete y realiza un ejercicio suave como caminar 30 minutos al día. Caminar alivia la ansiedad y el estrés y ayuda a que nuestra mente se concentre en lo importante.
  3. Descongestiona tu espacio. Para no sobrecargar, lo mejor es realizar una limpieza a fondo de los espacios (ya sean domésticos o profesionales). Deshazte sin piedad de las cosas u objetos que no te gusten, te traigan malos recuerdos o simplemente ya no encajen en tu proyecto de vida ni en tu momento presente. Recuerda que a veces tener menos significa apreciar las cosas más. Es mejor tener un par de vaqueros que de verdad aprecies y te los pongas casi siempre a tener cinco que estén en el armario guardados porque no te convencen del todo.  
  4. Gasta únicamente en lo necesario. Controla tus gastos; el dinero y las emociones tienen una cualidad en común y es que cuando aprendes a gestionar tu dinero, aprendes también a gestionar tus emociones.
  5. Aprende a decir que no. No te involucres en planes o actividades que no te apetezcan; marca límites con los demás e intenta no complacer a nadie más que a ti.
  6. Aprende a amarte. La autovaloración de ti que realices es independiente de los acontecimientos que te sucedan. Eres una persona valiosa, te suceda lo que te suceda y te compares con lo que te compares. Encuentra ese amor propio y aliméntalo todos los días.
  7. Libérate del pasado. El pasado ya no puede cambiarse y es a menudo un lastre muy pesado; despídete de él y piensa que, si te anclas en el pasado, no podrás construir tu presente.  
  8. Libérate de juicios familiares. A veces quienes deberían ser un apoyo simplemente no lo son y acaban siendo jueces implacables de nuestra existencia. Recuerda que su experiencia vital no es la tuya, que su vida no es la tuya. Si necesitas alejarte de familiares que no te aportan, toma la distancia que necesites. La consanguinidad no obliga a nada que tú no quieras.
  9. Realiza un filtrado de amistades y relaciones. Quédate con los contactos que de verdad te aprecien y se interesen por ti regularmente y con los que sientas que aportan bienestar y tranquilidad a tu vida. 
  10. Céntrate en tu presente. El pasado ya no puede cambiarse y el futuro es incierto. Sólo nos queda el momento presente. Enfoca tu energía en el aquí y en el ahora; practicar mindfulness de forma regular puede ser de gran ayuda para centrarte en el momento presente y disfrutar de la experiencia.