Los estilos de crianza

Para John Gottman, los estilos de crianza son la manera en la que los progenitores reaccionan y responden a las emociones de sus hijos. Por tanto, son patrones de actuación que recogen las emociones, pensamientos, conductas y actitudes de los padres con respecto a la crianza de sus hijos. Estos estilos resultan la llave maestra de la infancia, porque sentarán las bases del desarrollo social y emocional de los niños, y determinarán, por tanto, buena parte de su bienestar emocional en el futuro.

Hay dos componentes fundamentales que van a definir estos estilos de crianza. El primero es la sensibilidad de los padres hacia las necesidades emocionales de sus hijos, su capacidad para entender la percepción emocional del niño y lo que significa su mundo de afectos. ¿Manifiestan los padres interés en cómo se siente y por qué? ¿Cómo percibe el niño ese interés?

El otro componente del estilo de crianza es la exigencia y firmeza con la que los padres tratan al niño. ¿Qué cosas se le exigen al niño y con qué dureza se le trata cuando no cumple esas exigencias? ¿Cómo percibe el niño esta exigencia y esta dureza?

Dependiendo del nivel de sensibilidad y de exigencia, encontramos cuatro estilos de crianza:

-Estilo autoritario. La sensibilidad y el interés hacia las necesidades emocionales del niño son inexistentes o negativas, y el nivel de exigencia y dureza es máximo. No se permite al niño desarrollar su autonomía, guiándole y exigiéndole de forma excesiva, infantilizándolo, afectando a su autoestima y convirtiéndolo en una persona dependiente e insegura de sí misma.

-Estilo permisivo. Este es el estilo contrario: la sensibilidad y el interés hacia el mundo emocional del niño son adecuados (a veces también excesivos) y la exigencia y firmeza es mínima. No hay reglas establecidas de comportamiento, por lo que el niño no sabe qué se espera de él o de ella. La ausencia de exigencias propicia que el niño crezca sin aprender a tolerar la frustración; le resultará muy difícil aceptar las críticas de otras personas, y tendrá dificultades para relacionarse de forma equilibrada con los demás, ya que pensará que está en el centro de todo y que todos deben girar alrededor de él y de sus necesidades.

-Estilo negligente. En este estilo, todos los componentes de sensibilidad y exigencia están ausentes. No hay preocupación alguna hacia el niño. Es el más perjudicial de todos los estilos aquí mencionados.

-Estilo democrático. Refleja la mezcla perfecta entre sensibilidad hacia el niño y lo que se le exige. Se consensúan normas, facilitándoles la creación de confianza en sí mismos y el desarrollo de su propia autonomía como personas.

Si deseas saber más sobre cómo llevar a cabo una crianza satisfactoria, tienes dudas sobre si lo estás haciendo de forma adecuada o tu hijo presenta alguna dificultad, en Meraki Psicología Aplicada podemos ayudarte.

Perder la confianza en alguien

La pérdida de confianza en otra persona es uno de los principales motivos por los que las relaciones interpersonales pueden resultar seriamente dañadas. Veamos algunas pautas que pueden ayudarte a conseguir que se recupere la confianza si has pasado por esa experiencia.

Para comenzar, tengamos claro que resulta complicado recuperar el grado de intimidad que existía previamente al suceso que ha desencadenado la pérdida de confianza. Es muy posible que nada vuelva a ser como era antes.  En líneas generales, será un proceso largo y no sucederá de la noche a la mañana, así que ármate de paciencia.  

Si has sido tú el responsable del suceso, admite el error. Admitir que te has equivocado es el primer paso. No ocultes los hechos, ni intentes diluir responsabilidades. No eres una mala persona, sino una persona que a veces se equivoca.

Intenta no ponerte a la defensiva, porque podrías endurecer el conflicto; el respeto a los sentimientos de esa persona y a los tuyos propios y la humildad es el único camino para que te vea como un ser humano que comete errores.

Empatiza. Intenta ponerte en el lugar de la otra persona, o piensa qué harías tú si te hubiera pasado a ti; así te será más fácil comprender sus sentimientos y poder reparar el daño de forma correcta.

Habla de por qué lo hiciste: exponer tus motivos para actuar así hará que esa persona te vea de una forma más humana. Muestra todos tus sentimientos y opiniones sobre lo que ha ocurrido, sin que parezca que quieres imponer tu criterio, ni justificar lo injustificable.  

Fomenta la comunicación. Aprender a comunicarse de forma asertiva puede suponer un gran avance para la relación, al igual que aprender a gestionar los conflictos cuando surjan.

Cambia aquellas conductas por las que se llegó a la pérdida de confianza. Si la otra persona ve cambios notorios y mantenidos en el tiempo en la conducta relacionada con el suceso, será un proceso un poco más rápido.

Sé honesto y no mientas. La relación está dañada, así que cualquier pequeño conflicto puede suponer que se rompa del todo. Mentir puede ser visto como otra traición más, así que mejor decir la verdad sobre el suceso y ya para todas las ocasiones. Recuerda que decir la verdad siempre implica no tener que usar la memoria.  

Muéstrate como un libro abierto. Si no tienes nada que esconder, conviértete en agua cristalina. Cuanto más transparente seas, más fácil será que vuelva a recuperar la confianza en ti.

Y, por último, recuerda que por lo general las oportunidades sólo se dan una vez, así que no vuelvas a cometer el mismo error dos veces.

Si has pasado por esa experiencia y quieres volver a recuperar la confianza de esa persona o mejorar tu relación con ella, en Meraki Psicología Aplicada podemos ayudarte.