Pensamientos irracionales

Nuestro cerebro es una gran fábrica que consume él solo aproximadamente un 20% de nuestra energía diaria. Se afana para producir miles de millones de pensamientos que nos facilitan la adaptación al medio sin la cual la especie humana no se habría desarrollado como lo ha hecho.

Ya en la década de los 80, con el auge de la psicología cognitiva, comenzaron a estudiarse de forma exhaustiva estos procesos de cognición, llegando a la conclusión de que algunos de estos pensamientos están en la base de las dificultades psicológicas que podemos sufrir. Como dijo Aaron Beck: “No son las cosas que nos pasan, sino lo que pensamos que nos pasa”.

Es tan importante ese pensamiento acerca de lo que nos pasa que condiciona la emoción que sentimos, de forma que primero surge el pensamiento sobre un hecho particular y después la emoción. Contrariamente a la creencia más popular, primero pensamos y luego sentimos.  

El trabajo del cerebro es pensar, como ya hemos apuntado, lo que ocurre es que a veces el control de calidad de la fábrica de nuestros pensamientos se ha estropeado o está de vacaciones y produce pensamientos tóxicos que repercuten directamente en cómo nos sentimos, y esto no siempre es positivo para nosotros.   

Según Albert Ellis, existen 11 pensamientos/ideas irracionales:

"Es una necesidad extrema para el ser humano adulto el ser amado y aprobado por prácticamente cada persona significativa de la sociedad". Esto significa que “tenemos que ser” casi como las croquetas: tenemos que gustarle a todo el mundo y todo el mundo tiene que querernos, y malgastamos mucho tiempo y energía en ser encantadoramente tóxicos y granjearnos el aprecio de los demás. Y cuando a alguien no le caemos bien, ya no nos sentimos valiosos. Por favor, hay personas a las que no les gustan las croquetas y no pasa nada.  

"Para considerarse uno mismo valioso se debe ser muy competente, suficiente y capaz de lograr cualquier cosa en todos los aspectos posibles". Por supuesto, según nuestro cerebro nuestra vida ha de ser perfecta, lograr todo lo que nos propongamos y que todo nos salga bien en cualquier situación. El éxito debe ser nuestra prioridad, y si nos ponemos a entender lo que hay detrás, nuestro cerebro quiere que seamos los mejores en todo (que no es tóxico si hay un equilibrio), pero en realidad lo que busca es prosperar de un modo ambicioso y morir ahogado de cada chute de las endorfinas que produce cuando sentimos placer en cualquier ámbito. Si es que, en el fondo, es un adicto a las cosas buenas, como cualquiera de nosotros.

"Cierta clase de gente es vil, malvada e infame y deben ser seriamente culpabilizados y castigados por su maldad". Bueno, aquí tenemos al super juez que dicta cómo deben ser las cosas. Si algo nos ha ido mal, es culpa de los demás, que son malvados y que además merecen un castigo. Obviamente es un mecanismo de protección en ocasiones, pero también un autoengaño que nos enfoca hacia los errores de los otros en vez de hacia sus fortalezas o hacia nuestros errores, sin contar que provoca una desconfianza hacia los demás. Es curioso que nuestro cerebro nos impulse a buscar la aprobación de los demás y luego, si algo nos va mal, son el chivo expiatorio…

"Es tremendo y catastrófico el hecho de que las cosas no vayan por el camino que a uno le gustaría que fuesen". Claro, el mundo tiene que conspirar a nuestro favor siempre, y las cosas o situaciones tienen que ser las que nosotros queramos y hayamos planeado. Es como pretender tener un control exhaustivo sobre todos los acontecimientos y una guía establecida: a los 23 tengo que tener una carrera, a los 24 el mejor trabajo del mundo y que gane dinero, a los 30 casarme, a los 31 un niño, a los 32 una niña, a los 35 un Rolls, a los 40 un chalet en la playa, otro en la sierra y ganar el Premio Planeta… Y como no sea así, siento que mi vida es un completo desastre y encima tengo que sentirme mal por ello.

 "La desgracia humana se origina por causas externas y la gente tiene poca capacidad o ninguna de controlar sus penas y perturbaciones". Nuestro cerebro sabe que hay causas externas, pero quiere protegernos tanto que nos resta la responsabilidad sobre lo que nos acontece. Además, quiere evitarse el esfuerzo de controlarse a sí mismo para facilitarnos las cosas.

"Si algo es o puede ser peligroso o temible, se deberá sentir terriblemente inquieto por ello y deberá pensar constantemente en la posibilidad de que esto ocurra". Esto tiene mucho que ver con lo anterior: sabe que hay amenazas ahí fuera, y para que no lo olvidemos, nos hace pensar en ellas, provocándonos un estado de alerta. No está mal, nos está protegiendo, pero también nos impide centrarnos en todas las cosas buenas que también están fuera y que no son amenazas, y en los pensamientos agradables que nos provocan.

"Es más fácil evitar que afrontar ciertas responsabilidades y dificultades en la vida". Claro, lo que pretende es que nos ahorremos el esfuerzo de afrontarlas… es lo más cómodo, porque no requiere evaluaciones nuevas, ni adaptarnos a las nuevas experiencias. Al cerebro le gusta lo conocido y predecible.

"Se debe depender de los demás y se necesita a alguien más fuerte en quien confiar". Aquí aparecen “los otros” de nuevo. Somos seres sociales, necesitamos a los demás para sobrevivir, pero la dependencia excesiva no es el mejor camino. Tomar nuestras propias decisiones implica invertir tiempo y esfuerzo en nosotros, la posibilidad de equivocarnos y tomar riesgos que a nuestro cerebro no le gustan. Para él es mejor seguir a alguien que tome las decisiones por nosotros que salir de la zona de confort y enfrentarse a nuevos retos.

"La historia pasada de uno es un determinante decisivo de la conducta actual, y que algo que le ocurrió alguna vez y le conmocionó debe seguir afectándole indefinidamente". No podemos negar nuestro pasado, nos ha conformado a ser lo que somos hoy, pero su peso es el que nosotros queramos darle. Tenemos la maravillosa capacidad de moldear nuestro presente y cambiar nuestro futuro. Además, si todo viene del pasado, nos exime de la responsabilidad de cambiar lo que no es satisfactorio, ahorrando esfuerzo cognitivo. En resumen, que a nuestro cerebro no le gusta trabajar de forma extra en mejorar nuestro presente y futuro y se queda en el pasado y dándole vueltas, además.

"Uno deberá sentirse muy preocupado por los problemas y las perturbaciones de los demás". Claro, igual que tenemos que buscar su aprobación sí o sí. Somos seres sociales, necesitamos a los demás para sobrevivir porque es lo que nos ha ayudado a prosperar como especie, como ya hemos señalado, pero las relaciones de dependencia y el vivir por y para otros no son el mejor modo de crecer. Si pensamos en los otros, en qué hacen y cómo viven, no nos ocupamos de nosotros y no tomamos las riendas de nuestra vida, ahorrando esfuerzo cognitivo. Que sí, que a nuestro cerebro no le gusta trabajar para nosotros en demasía y prefiere atajos cognitivos.  

 "Invariablemente existe una solución precisa, correcta y perfecta para los problemas humanos, y que si esta solución perfecta no se encuentra sobreviene la catástrofe". Es razonable encontrar la solución para las dificultades, pero esta idea irracional nos apremia a hacerlo ya y de una única manera, para evitar más desgaste de energía (no se prolonga en el tiempo y no se utiliza la creatividad). Sabemos que hay situaciones en que es mejor tomar una decisión de forma calmada y teniendo en cuenta los múltiples aspectos de la dificultad que se nos plantea para obtener soluciones que sean más ajustadas a nosotros. Además, nos cuesta aceptar que algunas dificultades humanas no tienen una solución como tal, sino que hay que experimentarlas porque nos aportan sabiduría y conocimiento.

Si crees que puedes tener dificultades con algunas de estas creencias irracionales somos los psicólogos los profesionales que podemos ayudarte a superarlas.

Apego

Mucho se ha escrito sobre el apego. Como especialista en intervención en trauma, que está muy relacionado con el apego, sé que es un tema muy complejo, y aquí únicamente pretendo recoger algunas pinceladas básicas. El apego constituye también una de las principales evaluaciones a efectuar en terapia de pareja, ya que tiene mucho que ver con las dificultades que pueden aparecer en la relación. 

¿Qué es el apego?

J. Bowlby fue el pionero en el estudio de los vínculos afectivos y su impacto en el ciclo vital; entendía que el establecimiento de una relación cálida, íntima y continuada generaba satisfacción en la madre y en el bebé. Esta relación va cambiando con el paso de los meses, por la entrada de nuevas personas en esa relación (nuevos cuidadores, nuevos hermanos), y va configurando el modelo de apego que tendrá el niño, y que servirá, ya de adultos, de guía para establecer nuevas relaciones. Es decir, este aprendizaje establecido de cómo son o deben ser los vínculos que proviene de nuestra niñez, influirá en la elección de pareja, en la vinculación con nuestros hijos, y, en general, en todas las relaciones afectivas posteriores. Esto implica que, si nuestro apego no está construido de una forma más o menos equilibrada, tendremos muchas dificultades para vincularnos con los demás.

En base a las características de esta relación primigenia con el cuidador principal y cómo se ha desarrollado, se forman tres tipos de apego y que se mantienen hasta la edad adulta, aunque es necesario aclarar que este apego adulto no es el resultado directo del infantil:

-Apego seguro: hay una percepción, interpretación y respuesta adecuada a las demandas del niño por parte de sus cuidadores. La relación es cálida, hay facilidad de exploración del entorno por parte del niño, que ve a sus cuidadores como una “base segura” que proporcionan afecto y cuidados y que van a estar ahí cuando regrese o los necesite para cuidarlo o proporcionarle afectos positivos. Hay conductas de proximidad y contacto con los cuidadores cuando se produce una situación estresante: el niño recurre a ellos en busca de consuelo y muestra su emoción al reencontrarse con ellos. Los mensajes que transmitieron los cuidadores al  niño fueron: “tus necesidades importan, las vamos a cubrir, estamos aquí, no te vamos a abandonar, puedes contar con nosotros”.

-Apego inseguro-evitativo: el niño no se muestra nervioso por la ausencia de los cuidadores y tiende a ignorarlos o a evitarlos. Los cuidadores también rechazan al niño, no están disponibles para atender las necesidades del niño y son inefectivos en proporcionar cuidados y afecto (por tanto, el niño siente que ¿para qué buscarlos o llorar por su ausencia si no le van a dar lo que necesita?). El niño ante la soledad juega, no se estresa, diluye la expresión emocional (no me siento mal, ignorando sus propias emociones) y rechaza las conductas de apego o proximidad hacia los cuidadores u otras personas. Se muestra seguro, autónomo e independiente (explorando se va más lejos porque siente que no le van a dar lo que necesita, por tanto lo busca en otro lugar). La madre es insegura ante su propia emoción de rechazo, rechaza al niño (es un cuidado distante y falto de afecto), aumentando el afecto negativo del niño. Como no da validez a la emoción negativa del niño porque no responde afectivamente a este malestar, el niño no aprende a manejar esos sentimientos negativos, lo que sentará las bases para que se repita ese tipo de comportamiento en el futuro. Los mensajes que transmitieron los cuidadores al niño en este caso fueron: “tus necesidades no cuentan, no las muestres, porque si las muestras nos van a dar igual a nosotros y a los demás, las personas son frías como nosotros y te rechazan. No confíes en tus emociones".

-Apego inseguro-ambivalente: los niños no exploran, no quieren alejarse de los cuidadores. Si hay alejamiento de los cuidadores, cuando regresan, el niño se muestra ambivalente: por un lado hay deseo de contacto, por el otro lado, rechazo porque se ha sentido abandonado y ya no puede confiar en ellos; el niño siente angustia por la separación, y está siempre pendiente de los cuidadores por si vuelven a abandonarlo. El niño se regula emocionalmente con la exageración de las conductas de apego hacia los cuidadores, siendo dependiente y mostrando inmadurez (protégeme, voy a ser como tú quieras que sea para que no me abandones). Los mensajes que transmitieron los cuidadores al niño fueron “tus necesidades a veces importan, a veces no; por tanto, hazte oír exagerándolas que tendrás más posibilidades de que las atendamos o las atiendan los demás”. Los padres son injustos con el niño, a veces lo protegen, a veces no, de forma arbitraria.  

El tipo de apego que presentamos en la niñez influye, ya en la adultez, en el autoconcepto que tenemos de nosotros mismos, en el tipo de relaciones que escogemos a lo largo de nuestra vida y en cómo nos sentimos y actuamos en esas relaciones afectivas. Por ejemplo:

-La persona con apego seguro en la adultez se muestra segura, confiada; son personas fáciles de conocer y no sienten inseguridad en sí mismos. Son empáticas, se sienten cómodas en las relaciones, creen en el amor, saben establecer vínculos y cuidarlos; son amigables, confían en el otro y en la relación. No hay conductas de alejamiento emocional ni de constante reaseguración de la relación o el afecto del otro.  

-La persona con apego inseguro-evitativo, en la adultez emana una falsa seguridad, independencia y autonomía. En la intimidad es huidiza para los sentimientos, no se siente cómoda y evita la dependencia de los otros. Para estas personas el amor no es duradero (hay que quemar etapas muy rápido, que se acabe), no creen en el amor, no saben mantener y cuidar el vínculo y hay un miedo profundo a la intimidad emocional. Suelen ir de relación en relación debido a que cuando el vínculo se hace más profundo, les asalta el miedo. Tampoco aceptan a sus parejas como son. Hay un temor al acercamiento del otro y se produce un alejamiento cuando el otro se acerca demasiado emocionalmente; hay rechazo de la intimidad excesiva, escasa comunicación afectiva y escasa empatía con las necesidades del otro. No conectan emocionalmente con nadie.

-Las personas con apego inseguro-ambivalente, en la adultez se muestran como personas inseguras sobre ellos mismos, para ellos nadie les entiende. Las relaciones que establecen son dependientes, ansiosas, hay miedo al abandono o a no ser amados lo suficiente, por lo que necesitan una reaseguración constante del afecto del otro (¿me quieres? ¿cuánto?). El otro no se compromete como ellos lo hacen, porque creen que ellos aman mucho y los demás poco. Son personas celosas, ansiosas, sienten angustia ante la relación y necesitan controlarla para que no les abandonen, lo que acaba provocando precisamente el tan temido abandono.  Hay un estado de hipervigilancia continua sobre la relación y sobre el otro.

Si crees que tienes dificultades, individuales o en pareja, que pueden estar relacionadas con el apego, en Meraki Psicología Aplicada podemos ayudarte.