Desconectar para conectarse

 

Desconectar de las tecnologías es una necesidad fundamental en la vida moderna por varias razones. Veamos algunas de las más importantes:

  1. Salud Mental: El uso excesivo de dispositivos electrónicos y redes sociales puede llevar a niveles altos de estrés, y provocar ansiedad y depresión. Tomarse un tiempo para desconectar promueve un estado mental más saludable.
  2. Productividad: Las distracciones digitales pueden afectar la concentración y la productividad en el trabajo o en los estudios. Desconectar permite enfocarse mejor en las tareas importantes y ser más eficiente.
  3. Relaciones Personales: La comunicación cara a cara puede fortalecerse al reducir el tiempo dedicado a los dispositivos electrónicos. Esto mejora las relaciones interpersonales y la calidad del tiempo compartido con amigos y familiares.
  4. Sueño: El uso de pantallas antes de dormir puede interferir con la calidad del sueño debido a la luz azul que emiten. Desconectar una o dos horas antes de acostarse puede mejorar la calidad del sueño.
  5. Salud Física: Pasar mucho tiempo frente a las pantallas puede provocar problemas de visión, dolores de cabeza y molestias en el cuello y la espalda. Desconectar permite más tiempo para actividades físicas y descanso.
  6. Creatividad y Recreación: Desconectar de las tecnologías abre espacio para actividades recreativas y creativas, como leer, dibujar, tocar un instrumento o disfrutar en la naturaleza.

Implementar estrategias para reducir el uso excesivo de dispositivos electrónicos puede tener un impacto positivo en la salud mental, la productividad y las relaciones personales. Veamos algunos tips que pueden ser útiles para controlar el tiempo de conexión y aprender a desconectar:

  • Establecer límites de tiempo: Define momentos específicos del día para revisar correos electrónicos, redes sociales y otros usos de dispositivos electrónicos.
  • Crear zonas libres de tecnología: Designa ciertas áreas del hogar, como el comedor o el dormitorio, donde no se permita el uso de dispositivos electrónicos.
  • Practicar mindfulness: Incorpora a tu día a día técnicas de mindfulness y meditación que te ayuden a reducir la dependencia de la tecnología y a estar más presente en el momento.
  • Tomar descansos regulares: Durante la jornada laboral, toma pequeños descansos de cinco o diez minutos para alejarte de la pantalla y realizar otras actividades, como caminar o hacer estiramientos.
  • Desconectar en vacaciones: Aprovecha las vacaciones para hacer una desconexión más prolongada de la tecnología, permitiendo una verdadera recarga mental y física. Prueba a estar varios días sin revisar el correo, configura tu móvil sólo para hacer y recibir llamadas y no utilices dispositivos electrónicos para la lectura. Haz un DETOX tecnológico: tu salud mental te lo agradecerá.

Resiliencia: cuando la vida se pone cuesta arriba

La resiliencia es nuestra capacidad para recuperarnos y salir fortalecidos de una experiencia dolorosa. Esta capacidad permite el entrenamiento, es decir, que podemos enseñarle a nuestro sistema nervioso cómo afrontar los acontecimientos negativos y a plantear soluciones para salir fortalecidos ante estos acontecimientos.

Hay personas que tienen un estilo activo de afrontamiento: miran de frente los problemas y buscan soluciones. Cogen “el toro por los cuernos” cuando les ocurre algo negativo: han entrenado a su cerebro a parar, analizar y gestionar lo que les ocurre.

Pero un gran porcentaje de la población tiende a salir corriendo ante situaciones complicadas o, lo que es peor, a ocultarlas. Si estás entre ese porcentaje, veamos algunas pautas que pueden ayudarte.

-Párate y piensa. Tómate tu tiempo y ocúpate de ti. Ante cualquier situación complicada, lo mejor que puedes hacer es pararte y pensar en lo que te ocurre. Date cuenta de lo que te pasa y cómo te afecta. Identifica qué es lo que te hace sentir la situación, construyendo una imagen de la situación lo más detallada posible. A menudo oigo en las sesiones: “Yo prefiero no pensar”; el preferir no pensar implica que buscarás algo que te ayude a sobrellevarlo: sustancias u otro tipo de actividades que pueden convertirse en adicciones. No evites bajo ningún concepto pararte a pensar. La evitación no es un buen método de afrontamiento de problemas ni del dolor emocional: no resuelve nada, sino todo lo contrario, agravará la situación y hará que sea más compleja de resolver en un futuro.   

-Comunica. Hablar con nosotros mismos es fundamental, al igual que con todo nuestro entorno, para contrastar y para compartir ideas. El mero hecho de comunicar y expresar nuestro malestar y cómo lo estamos pasando ya genera recursos propios para gestionar la situación porque indica que ya hemos realizado un autoanálisis.   

-Piensa en posibles soluciones y genera recursos para tolerar el malestar. Toda situación compleja trae aparejado un malestar emocional: aprender a tolerar esa incomodidad nos hace más capaces de gestionarla. Para ayudar a tolerar el malestar puedes utilizar técnicas de relajación y meditación, por ejemplo.  

-Cuida tu salud física y emocional. Dormir, alimentarse bien, practicar ejercicio suave son factores básicos para resistir situaciones complicadas y más si se alargan en el tiempo. A veces descuidamos esas cosas tan básicas.

-Identifica cuáles son tus miedos, tus puntos fuertes, tus debilidades… tolerar esas debilidades es tan importante como aprovechar las cualidades o fortalezas. Explora cómo te sientes ante la situación, te irás descubriendo poco a poco y generando una imagen de ti que te dará la fuerza necesaria para gestionar por lo que estás pasando.   

-Apóyate en el entorno. No estás solo.

-Si ves que el proceso se te hace muy cuesta arriba, busca ayuda profesional. Es lo que ofrecemos los psicólogos todos los días: ayudamos a que las personas se descubran, a poner orden mental, a desarrollar fortalezas, a gestionar emociones… Toda situación traumática deja una herida, que después habrá que curar y sanar, y esto también forma parte de la resiliencia; nuestra misión como psicólogos tiene que ver con la tarea de limpiar y sanar esa herida, para que la persona recupere su fuerza y su integridad. Siempre estamos.