Paul Ekman es uno de los psicólogos pioneros en estudiar las emociones y su expresión facial. La lista elaborada por Ekman en 1972 incluía 6 emociones básicas: alegría, ira, miedo, tristeza, sorpresa y asco; en 1990 amplió la lista a bastantes más y concluyó que no todas las emociones están codificadas en la expresión facial.
Las personas tenemos mayor o menor facilidad para mostrar y gestionar estas emociones en nuestra vida diaria. Sin embargo, en el trabajo ya es otra historia. El rol laboral incluye las normas sobre las emociones, por lo que algunos trabajos requieren un control especial para crear manifestaciones corporales y faciales que vayan en consonancia con las normas organizativas; a este control especial es lo que llamamos “trabajo emocional”. Este trabajo emocional tiene algunas características particulares como:
-ocurre en las interacciones cara a cara o voz a voz (contexto de relaciones interpersonales).
-el trabajador usa/muestra las emociones apropiadas con el fin de influir sobre los clientes/usuarios.
-es una exigencia del trabajo que habitualmente lo facilita.
-sigue las normas sociales, es decir, hay que mostrar la emoción adecuada en el contexto adecuado.
Ejemplos de “trabajo emocional” hay muchísimos, y para saber a qué nos estamos refiriendo, pensemos en un policía que trabaje en custodia de detenidos, en un bombero que tiene que actuar ante un fuego muy violento y ante las personas atrapadas en el, en un militar… sin olvidarnos de la recepcionista de la eterna sonrisa, el administrativo que trabaja en atención al público, el vendedor de coches o el encargado de una funeraria.
Como hemos dicho, cada trabajo tiene su propia exigencia sobre el control de las emociones. En algunos casos se produce una regulación espontánea, y la emoción a mostrar y lo que el trabajador experimenta es lo mismo y no se requiere un esfuerzo emocional “extra” (por ejemplo, una enfermera ante un niño enfermo leve).
En otros casos, el rol laboral requiere del trabajador una actuación superficial, que es el intento de controlar los aspectos más visibles de la emoción. Sin embargo, puede que el cliente/usuario espere algo más que esa actuación superficial, por lo que el trabajador se ve “forzado” a una actuación más auténtica pero que no va en consonancia con lo que experimenta realmente. Imaginemos un vendedor que tiene que mostrar una emoción de alegría “mayor o más auténtica” que la que realmente experimenta con la venta de un coche.
Siguiendo con la casuística, a veces el rol laboral requiere de una verdadera actuación profunda; la actuación superficial es demasiado mecánica y el cliente/usuario está demandando un trato interpersonal auténtico que hay que representar. Imaginemos a una azafata con un pasajero difícil en un avión (el cliente espera una relación más cercana y si no se produce esta relación cercana puede dificultar muchísimo el desempeño del trabajador).
Por último, puede darse una desviación emocional, en la que el trabajador no puede mostrar la emoción exigida en el puesto de trabajo, tal vez por el propio agotamiento emocional de tener que mostrar una emoción concreta o lo contrario, del esfuerzo de no poder mostrar alguna otra.
Debido a este férreo control de las emociones que requieren todos los trabajos que se realizan en un contexto interpersonal, no es infrecuente encontrarnos ante episodios de “agotamiento emocional” o también conocido como burn out (remito a la entrada sobre el mismo de este blog).
Este se caracteriza por la incapacidad de mostrar emociones positivas hacia el trabajo, no poder ofrecer emociones positivas cuando se está en él y un agotamiento general (físico y mental).
Las manifestaciones más comunes del agotamiento emocional suelen ser cansancio físico, alteración del sueño, retraimiento afectivo, irritabilidad o malos modos, desmotivación y pérdida de atención y de memoria.
Si crees que puedes tener dificultades con la gestión emocional somos los psicólogos los profesionales más indicados para ayudarte.